Cualquier actividad puede tener una dimensión educativa y ayudarnos a crear nuevas formas de conciencia socio-educativa.
Un buen animador debe especializarse en el dominio de la naturaleza de los grupos, de su nacimiento y evolución, de sus relaciones y conflictos y, también en el uso correcto de las técnicas adecuadas que posibiliten la optimizació de la acción cultural.