Aunque en todas las profesiones de ayuda se da una cierta asímetría entre el profesional y aquellos a quienes éste presta un servicio, en el caso de la relación educativa existe un mayor grado de vulnerabilidad en el educando, porque se pide al profesional que intervenga, que "interfiera positivamente" en el desarrollo integral de quienes le son confiados. En definitiva, se le pide que actúe para que esas personas "cambien" (lógicamente a mejor) ; pero el profesional puede fallar en el ejercicio de su tarea, y puede también defraudar la confianza depositada en él por mala voluntad o involuntariamente, por ignorancia, incapacidad, o por otras que se escapan a su control.
La asimetría y vulnerabilidad propias de la relación educativa muestran la conveniencia de que- al igual que en otra profesiones- se estipulen unas pautas de conducta orientadas a regular las relaciones entre las dos partes, reduciendo asi el riesgo de que el más fuerte se aproveche del débil. Esta es, entre otras, una de las funciones que tienen los Códigos Deontológicos profesionales; y aunque estos códigos no pueden prevenir todos los casos de abuso de poder, sirven de recordatorio a los profesionales en relación con lo que se espera de ellos en el ejercicio de su trabajo.
Mª García Amilburu y Juan García Gutierrez.
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